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¿Existe el instinto materno?

7 de enero, 2025


Plantear esta pregunta puede resultar controvertido, sobre todo en países como México, donde hay una actitud de veneración hacia las madres.

En la literatura psicoanalítica podemos encontrar posturas a favor de la existencia del instinto materno. Por ejemplo, el famoso pediatra y psicoanalista británico Donald Winnicott afirmaba que la mujer sana sabía de manera espontánea cómo cuidar a su bebé, no necesitaba ningún manual ni indicaciones específicas. Este autor incluso se refiere al estado emocional y físico que invade a la madre durante el periodo previo y posterior al parto, al que denominó preocupación maternal primaria, que le permite a la madre comprender las necesidades de su bebé y atenderlo con sensibilidad y empatía, lo que favorece el desarrollo pleno de su pequeño.

Sin embargo, en el extremo contrario están autoras como Élisabeth Badinter, filósofa y feminista francesa, quien pone en duda la existencia del amor maternal en términos de instinto, como si se tratara de una necesidad arraigada en todas las mujeres. Badinter reflexiona, ¿tan solo porque la procreación es natural, al fenómeno biológico del embarazo debería corresponder siempre una actitud maternal determinada? Esta autora también se pregunta si en el origen de esta creencia convencional no habría una intención de quitar libertad a las mujeres y mantenerlas en casa al cuidado de los hijos.

Pero no es la ocasión para este debate.

Mejor volvamos a nuestra pregunta, ¿existe o no el instinto materno? Parece difícil lanzar una afirmación categórica en un sentido o en otro. Pensemos, por ejemplo, en las madres que tienen algún trastorno, como una depresión grave o una psicosis, que les impide sostener a su hijo en brazos y ofrecerle un ambiente amoroso, sensible y empático. O bien, en situaciones como la muerte de la madre, cuando el bebé queda al cuidado del padre o una tía. ¿Ellos podrían desarrollar un instinto materno que les permitiera atender al bebé tan bien como lo hubiera hecho la madre en condiciones de salud? Por otra parte, en la actualidad podemos ver parejas homoparentales que desean tener hijos y recurren a las técnicas de reproducción asistida. Incluso, en fecha reciente se ha acuñado el término de “adres”, no madres no padres, sino “adres”.

Ante estos escenarios, quizá sea conveniente recordar que la maternidad es, ante todo, una función. ¿En qué consiste esta función? No se trata tan solo de atender las necesidades físicas básicas del recién nacido, como alimentarlo, cubrirlo del frío y mantenerlo limpio. Es fundamental atender, también, sus necesidades emocionales, acunarlo, mirarlo, besarlo, llamarlo por su nombre y poner palabras a sus ansiedades. Y, sobre todo, sostenerlo en los brazos y en la mente con amor. Son estos cuidados sensibles y amorosos los que le permitirán al bebé construir un yo propio, lograr la integración psique-soma, desplegar todo su potencial de desarrollo, relacionarse con los demás y confiar en ellos, entre muchas otras tareas fundamentales para el desarrollo de una estructura psíquica sólida.

Y, quizá sea aquí donde se encierra una posible respuesta a la pregunta inicial de este texto, en el amor con el que se atiende al bebé. La atención cotidiana y amorosa de sus necesidades físicas y emocionales permite conocerlo cada vez más, comprenderlo y fortalecer ese amor por él. Porque la sola presencia no es suficiente; es la manera de estar presente la que determinará en gran medida el rumbo que tome la vida del pequeño.


Mtra. Elia Olvera Martínez


Referencias

Badinter, E. (1981) ¿Existe el amor maternal? Paidós-Pomaire.

Winnicott, D. (1965). Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Paidós.

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